martes, 9 de febrero de 2010

"Hay muchos actos de corrupción desde los propios medios"

Escribe Luciano Canaparo
Redacción de La Verdad

“La gente no tiene que mirar cómo pasa la historia desde la vereda de enfrente, tiene que estar inmersa dentro de la historia y hacerse cargo del papel que debe desempeñar. El compromiso y la toma de conciencia son fundamentales si queremos construir, no sólo una ciudad, sino una sociedad mejor”. Este es un pequeño resumen, que por pequeño no deja de ser cierto, de los conceptos que Ricardo Petraglia conversó con La Verdad.
La idea de invitar al presidente del bloque del MID para charlar sobre el Junín de antes y el de ahora no fue arbitraria ni mucho menos. Su larga trayectoria política y, en especial, su compromiso en tratar de resolver los problemas más urgentes que atacan a la sociedad actual, fueron la base de esta entrevista.

-¿Qué opinión tenés de los medios de comunicación locales?
-En esta sociedad, en la cual se han perdido muchos valores, no hay ningún sector social que no esté involucrado dentro de esta perdida, y a veces, lamentablemente, hay muchos actos de corrupción desde los propios medios. Es decir, a veces por necesidad o por apetencias personales, se defienden algunas causas que no son defendibles.

-¿A qué te referís precisamente?
-Me refiero a que dentro de ciertos medios hay periodistas que uno se da cuenta que, en todo caso, no tienen la objetividad con que se debieran tratar ciertos temas. Sé que la objetividad total no existe en ningún ámbito pero en el periodismo tendría que ser un poco más riguroso.

-¿Por qué los políticos se enojan tanto cuando se los critica desde un medio?
-Porque cuando no se tienen todos los fundamentos y toda la razón, justamente se actúa con mucha intolerancia y con agresividad. La cosa viene por ahí. Nadie está exento de la crítica y menos quienes estamos inmersos en esto de la política. Preguntarse por qué me critican y no hacer nada para contrarrestar esa crítica con ideas y trabajo no conduce a nada, y retroalimenta la critica.

-Vayamos un poco para atrás, ¿cómo era Junín 40 años atrás?
-Yo nací en el ‘50, en un Junín muy diferente. El ámbito social, la cultura del trabajo, el respeto y las reglas de juego dentro de la sociedad eran totalmente diferentes. Era una ciudad mucho más tranquila, mas allá de que en los años de mi infancia el escenario político y sindical no era tan sereno, todo lo contrario. En nuestro caso, mi padre era un militante radical, y yo recuerdo muy bien algunas persecuciones políticas hacia él, eso de no verlo por varios días, de no saber nada de él. Mi viejo también era odontólogo y trabajaba varias horas por día, así que siempre había algún amigo que le decía que tenga cuidado porque por ahí le iban a caer. Con la advertencia él se rajaba. Recuerdo que una vez no le quedó más alternativa que refugiarse en un campo. Por eso digo, que si bien era todo más tranquilo, igual no fue una época tan fácil. Quizás lo que se notaba más era el respeto por los códigos de convivencia. Y esto se veía en todos lados. Por ejemplo, mi paso por la escuela seguramente fue diferente al de cualquier chico de ahora. Yo me acuerdo perfectamente de todas las maestras que tuve; eran exigentes y ejercían con todo derecho la autoridad dentro de un aula. Y en la casa también había jerarquías. En estas épocas ha habido una enorme confusión entre lo que es autoridad y lo que es autoritarismo. Por supuesto que se vivía mucho más tranquilo, se podía caminar por cualquier lado, las peleas eran casi una excepción. Uno ve la violencia con la que se maneja la sociedad actual y realmente da pavura.

-¿Y a qué se lo atribuís?
-Yo creo que el derrumbe social tiene muchos aspectos. Yo soy desarrollista, ideológicamente creo que el capitalismo en cierta forma es el sistema en el cual se puede vivir. Esto no quiere decir que sea un sistema de excelencia ni mucho menos. Sin embargo, esto no me impide ver y comprobar a diario que la sociedad de consumo, llevada al extremo salvaje de hoy, conlleva una desigualdad y una falta de equidad que da como resultado una violencia que se fue instalando de a poco y que será muy difícil erradicar.

-Bueno, pero este sistema también engendra la violencia
-Puede ser, pero yo creo que el problema pasa porque se han perdido muchos valores. Las miserias existen acá y en el resto del mundo. No somos diferentes a los suecos en cuanto a las miserias humanas. El tema es que realmente allá, en su gran mayoría, las normas se respetan y se acatan, y acá está todo tan relajado que nadie respeta el más mínimo. Cosas que uno las ve en la cotidianeidad; vamos admitiendo e incorporando a la ‘normalidad’ el burlar las normas, la falta de respeto, la violencia, inclusive la trasgresión a las normas más elementales del tránsito. Además de todo esto, los ejemplos que hemos tenido, en épocas democráticas y militares, han sido siempre degradantes hacia la escala de valores de la sociedad.

-Y ante este panorama desolador, ¿seguís siendo optimista?
-Este es todo un tema. Pero sí, yo siempre abrigo una esperanza porque sino no podría trabajar en política. Porque estoy convencido que la política va mucho más allá de conseguir el poder para determinadas cosas. La lucha viene del lado del cambio de los parámetros sociales. La política puede ayudar mucho en la construcción de una sociedad más justa, más equilibrada y más solidaria en cuanto a la distribución de la riqueza. Pero no nos olvidemos que también tenemos que trabajar desde la base, fundamentalmente desde la familia para que cumpla la función de educar a sus integrantes más pequeños. La escuela instruye y educa un poco, pero la que tiene que educar y marcar valores es la familia. Y creo que esto se ha perdido. No soy un optimista, soy realista, pero siempre tengo una luz de esperanza que me hace pensar que podemos cambiar, por lo menos, algunas cuantas cosas.

-¿Cuándo y por qué empezaste a militar en política?
-Yo fui creciendo en el seno de una familia en la cual se respiraba política desde siempre. Empecé a militar siendo muy joven y después en el ’85 me alejé porque me di cuenta de que las reglas de juego eran muy espurias y que la gente estaba obnubilada en creer que el relajo de las reglas daba para todo, entonces dije basta. Inclusive el partido (MID) en el que milité siempre hizo alianzas que a mí nunca terminaron de conformarme y que no me gustaron y por eso me abrí. Retomé en el 2000, cuando cumplí 50 años, en medio de un país paralizado por el caos y en una crisis económica, social y política muy profunda. En ese preciso momento sentí como que no estaba cumpliendo con mi deber de ciudadano mirando desde el cordón de la vereda cómo pasaban las cosas. La peor batalla es la que no se da.

-¿Y en Junín se está batallando?
-Se han perdido muchos valores, inclusive el de la cultura del trabajo, que es elemental para que una ciudad crezca en todos sus ámbitos, no sólo económico, sino también social y culturalmente. Hoy por hoy los chicos van a la escuela a zafar, no van a aprender, en líneas generales. Sin dudas que hay una franja de la sociedad que sigue conservando los valores, la cuestión pasa por tratar de ver cómo se hace para que esa sector se comprometa, cosa bastante difícil, por el individualismo que reina en nosotros. Veo que no se involucran como debieran dentro de las cuestiones que hacen a la vida y al crecimiento de la ciudad. Y eso es algo que hay que tratar de revertir.

-¿Es imprescindible en Junín una planta de biodiesel?
-Es un tema muy delicado, del cual tenés media biblioteca a favor y media en contra, que se refieren a las consecuencias o no de un proyecto de esas características. De todas maneras... creo que un municipio tiene otras prioridades que cumplir, muchos más urgentes y sensibles. En principio tiene que dar solución a las cosas para la cual ha sido creado, esto es, mejorar la salud y la calidad de vida de todos sus ciudadanos. Para cumplir con ese propósito, lo primero que tiene que hacer es dar excelencia a los servicios que presta, y todavía falta mucho... hablo de la calidad del agua, del tratamiento de la basura, de las cloacas, de las calles, de las habilitaciones. Hay muchísimas cosas que están antes de un proyecto tendiente hacia la energía. Por supuesto que no lo descarto, pero habría que ahondar en las conveniencias del proyecto.

-En todas estas ‘excelencias’ que remarcás y que no se cumplen, ¿qué papel juegan los ciudadanos?
-La gente tiene que luchar, sin lugar a dudas. Y la lucha viene a partir del compromiso. Uno no puede aceptar graciosamente todo lo que le imponen. Pareciera que hay, en los tiempos que corren, un estilo de hacer política a nivel nacional, y que se ha trasladado hacia abajo, en los cuales no se busca el consenso sino que se trata de imponer. Yo creo que la única alternativa que tiene el ciudadano es la lucha desde el hecho político, la manifestación, la expresión; el aunar criterios para ponerse firme en contra de las cosas que están mal y a favor de las que están bien.

-Digamos que Junín siempre se caracterizó en no ver la participación como herramienta válida
-Porque no hay compromiso, realmente. Es llevar las cosas a la mesa del café para discutirlo con amigos. Pero si uno no tiene ninguna actitud proactiva en función de las cosas en las que cree la batalla se pierde. La ciudadanía tiene que tomar conciencia de que si no hay compromiso no hay batalla, y si no hay batalla, la guerra nunca se va a ganar. Indudablemente hay una perdida de confianza muy grande de las instituciones, pero lo que la gente tiene que entender es que el lugar que dejan vacío lo van ocupando otros. Una cosa es clara: sin compromiso no habrá cambios. Es difícil crear conciencia, muy difícil, pero es una tarea que los que estamos en política tenemos que tratar de hacer entender a la gente. Ese es gran desafío.

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